La base para una exitosa gestión de equipos es sin duda la comunicación. Además, esta debe ser en todas direcciones, es decir, desde el mando hasta sus empleados y viceversa, y entre todos los miembros del equipo.
Garantizar esta comunicación fluida es responsabilidad última del gestor del equipo, el cual debe promover las reuniones tanto formales como informales del equipo. Reuniones formales en forma de reuniones diarias a primera hora de la mañana de 15 minutos para repasar tareas pendientes y proyectos en marcha, y reuniones informales como pausa para el café, o al final de la propia reunión formal con 5 minutos de charla más distendida sobre otros aspectos más personales del propio trabajo.
Una comunicación fluida es fundamental para mantener un buen ambiente de trabajo y minimizar los malentendidos y rumores que surgen tan a menudo en los equipos. También evita la creación de “grupitos” y la exclusión de miembros cuyas opiniones pueden ser vitales para la toma de decisiones y para decidir el rumbo del equipo.
La forma de comunicar también influye drásticamente en la cohesión y eficiencia de los equipos, ya que evidentemente, no es lo mismo intentar imponer un criterio al resto del equipo, que argumentar con hechos, pruebas, informes, etc.. El mando debe tener lo que solemos llamar “mano izquierda” sobre todo para tratar temas como incumplimiento de plazos, merma de calidad en el trabajo realizado, etc…; debe comunicar cómo el equipo puede mejorar en su rendimiento y no centrarse tan sólo en los fallos cometidos.